PASIÓN Y MUERTE DE CRISTO DESDE EL PUNTO DE VISTA MÉDICO.
Dr J. Alfonso Miranda Caraballo.

Realmente no se puede realizar un estudio antropológico como tal, por la carencia de distintos tipos de evidencia física, como se haría en un estudio forense, más bien se elabora un estudio de acontecimientos, y se busca una explicación medico científica de lo ocurrido.
La Crucifixión (lat. Crux, crucis=Cruz, figere=fijar). Fue inventada por los persas entre 300-400 A.C. Es posiblemente la muerte más dolorosa inventada por el hombre., reconociéndola como forma de sufrimiento lento, doloroso, materia en la cual los romanos eran expertos.
Este castigo era reservado para los esclavos, los extranjeros, los revolucionarios, y para el más vil de criminales. Cicerón la definía como el castigo más cruel y abominable.
Durante 18 horas -desde las 9 de la noche del jueves hasta las 3 de la tarde del viernes, la hora en que murió-, Jesús sufrió múltiples agresiones físicas y mentales pensadas para causar una intensa agonía, debilitar a la víctima y acelerar la muerte en la cruz.
EN EL HUERTO DE GETSEMANÍ.
La pasión física de Jesús comienza en Getsemaní. Todos hemos leido que Jesús sudó sangre y muchos nos hemos preguntado por la veracidad de este hecho.
Aunque es muy raro, el fenómeno del sudor de sangre es bien conocido por la ciencia médica. Es interesante que el médico del grupo, Lucas, sea el único que menciona este fenómeno.
El sudar sangre, hematidrosis ó hemohidrosis, se produce en condiciones excepcionales: para provocarlo se necesita un debilitamiento físico, y se atribuye a estados muy altos de estrés, esto provoca una presión muy alta y congestión de los vasos sanguíneos de la cara, la presión alta y la congestión provoca pequeñas hemorragias en los capilares de la membrana basal de la piel y algunos de estos vasos sanguíneos se encuentran adyacentes a las glándulas sudoríparas. La sangre se mezcla con el sudor y brota por la piel. Esta es la primera perdida de líquidos corporales que experimentó Jesús (aproximadamente de 150 a 200 ml.)
Todo lo anterior, estrés, perdida sanguínea por la hematohidrosis, provoca en el cuerpo humano un aumento del metabolismo en su fase catabólica (consumo), este mismo se refleja directamente en el consumo principal de carbohidratos (glucógeno), esta reserva es muy pobre y se acaba pronto, por lo que se inicia un estado en el cual se consumen las proteínas del cuerpo y el catabolismo. En condiciones normales este mismo, puede estimular la redistribución de líquido del espacio intracelular al extracelular. Es decir que el paciente comienza a hincharse. La piel se hace más frágil y vulnerable a cualquier trauma.
¿Por qué tanto estrés? Jesús estaba sufriendo en agonía. No había escapatoria. Estaba escrito que el Mesías debía morir y Él lo sabía y sabía todo lo que le iba a pasar. Iba a sufrir el mayor de los terrores. En este momento se siente traicionado (no olvidemos que aunque la visión de Judas que tenemos nosostros es la de un traidor y un suicida, alguien malo, para Jesús y los demás discípulos, era uno más de los escogidos);abandonado por sus discípulos, ya predijo a Pedro que lo iba a negar tres veces, incluso iba a sentirse abandonado por Dios Padre. Así que no solamente era el dolor físico lo que atormentaba a Jesús provocándole la hematidrosis. Sabía el dolor que como hombre sufriría. Siendo Dios, Él podría haber escapado. La lucha interna debería ser extremadamente traumática. Sin embargo decidió escoger ir a la muerte en la cruz, y ser obediente al plan de salvación de la única forma en que se podía hacer.
EL ARRESTO DE JESÚS.
Después del arresto, durante la madrugada, llevaron a Jesús ante el Sanedrín y Caifás, el sumo sacerdote. Es aquí donde le causaron el primer trauma físico. Un soldado golpeó a Jesús en la cara, porque se quedó callado mientras Caifás lo interrogaba. Después, los guardianes del palacio le pusieron una venda en los ojos y burlándose de El, le preguntaron quién de ellos lo había golpeado, y le escupían y lo abofeteaban. Para entonces la cara de Jesús ya empezaba a ser irreconocible debido a la hinchazón y los hematomas por los golpes.
Por la mañana, Jesús, golpeado, lleno de moratones, deshidratado y exhausto por una noche sin dormir, fue llevado desde Jerusalén hasta el pretorio de la fortaleza Antonia, el trono del procurador de Judea, Poncio Pilato. Estamos familiarizados, por supuesto, con las acciones de Pilato al intentar pasar su responsabilidad a Herodes Antipas , el tetrarca de Judea. Aparentemente, Jesús no fue maltratado en las manos de Herodes, sino solamente devuelto a Pilato. Fue entonces, en respuesta a los gritos de la muchedumbre, que Pilato ordenó la libertad de Barrabás y condenó a Jesús a ser azotado.
LA FLAGELACIÓN.

Los preparativos para la flagelación se llevaron a cabo. Al preso se le despojó de sus ropas, y le ataron las manos sobre la cabeza. Es dudoso que los romanos intentaran seguir las leyes judías con respecto a la flagelación. Los judíos tenían una ley antigua que prohibía más de cuarenta azotes. Los fariseos, que siempre fueron estrictos en asuntos de ley, insistieron en que solamente le dieran treinta y nueve. (En caso de perder uno en el conteo, estaban seguros de permanecer dentro de lo legal). El legionario romano dio un paso adelante con el látigo ("flagrum" o "flagelum") en la mano. Era un látigo corto que consistía en muchas correas pesadas de cuero, con dos bolas pequeñas de plomo piedras ó huesos, en las puntas de cada una. El látigo pesado fue lanzado con toda fuerza una y otra vez sobre los hombros, espalda y piernas de Jesús.


Durante esta increible agonía Jesús perdería el conocimiento varias veces debido al dolor. Jesús, medio desmayado, lo desatan y se desploma sobre el pavimento de piedra, mojado en su propia sangre. Los soldados romanos ven con mofa que este judío provinciano proclame ser rey. Según un estudio publicado en abril de 1991 en el Journal of the Royal College of Physicians of London, Jesús de Nazaret fue llevado al Pretorio para desempeñar el papel de «juguete para las tropas», costumbre que solía permitirse una vez al año.

La corona, al parecer, no tenía la forma clásica que estamos acostumbrados a ver representada. Tenía forma
de guirnalda o capacete. Un fresco existentes en las catacumbars de Prextato, de la mitad del siglo II, representa la corona en forma de capacete.


Finalmente, se cansaron de su juego sádico y le quitaron la capa de la espalda, que ya se había adherido a los coágulos de sangre y al suero de las heridas. El quitarle la capa le causó grandes dolores, casi como si lo hubieran flagelado otra vez. Las heridas sangraron copiósamente de nuevo.
Los efectos fisiológicos de la pérdida hemática
PARAMETRO CLASE 1 CLASE II CLASE III CLASE IV
% de hipovolemia <15% 15-30% 30-40% <40%
Frecuencia del pulso <100 100-119 120-139 >/= 140
Presión arterial (supino) Normal Normal Reducida Reducida
Llenado capilar Normal Normal Muy lento Muy lento
Diuresis (ml/h.) 30 20-30 5-15 <5
Estado mental Ansioso Agitado Confuso Letárgico
Hagamos un pequeño paréntesis para explicar los efectos fisiológicos de la pérdida de sangre.
Supongamos que Jesús era de corpulencia y peso medio, unos 70 kg y 1,75 m de estatura. Es decir que su volumen circulante debió de ser aproximadamente entre 4,5 y 5,5 litros. Hasta ahora habría perdido de 10 al 12 % del total de su sangre, a esto hay que añadirle los efectos fisiológicos del estrés y el ayuno y de la falta de sueño. En este momento podríamos decir que se encuentra en la clase I del shock hipovolémico, aparte debemos descontar las pérdidas insensibles, que posiblemente haya tenido hasta esta parte de la pasión.
LA VÍA DOLOROSA
Los romanos aprendieron la práctica de la crucifixión de los Cartaginenses y (como casi todo lo que hacían) rápidamente desarrollaron un alto nivel de eficiencia y habilidad en llevarla a cabo. Varios autores en la literatura clásica hacen mención de la crucifixión. Los romanos incluyeron algunas modificaciones.

Los soldados romanos le pusieron las ropas de nuevo. Cogieron el patíbulum y se lo colocaron sobre los hombros descarnados y le amarraron los brazos. Para entonces Jesús tenía unos dolores excruciantes, estaba deshidratado, exhausto físicamente por la noche sin dormir y los tormentos sufridos, además de mental y espiritualmente. Fue en procesión, seguramente con los dos ladrones a través de la Vía Dolorosa.

A pesar de sus esfuerzos por caminar recto, la carga de la pesada cruz de madera combinada con el shock producido por la pérdida copiosa de sangre, es excesiva. Se tambalea y cae. La madera áspera de la viga penetra y raspa dentro de la piel rasgada de los músculos de los hombros. Trata de levantarse pero sus músculos humanos han sido utilizados más allá de sus límites. El centurión, ansioso de continuar con la crucifixión, selecciona un fuerte hombre norteafricano que está como espectador: Simón de Cirene, para cargar el patibulum.
Tengamos en cuenta que Jesús era un hombre fuerte. Estaba acostumbrado al trabajo duro de la carpintería y había caminado por toda Galilea. Estaba en perfectas condiciones físicas. Sin embargo, Jesús sigue todavía sangrando y sudando el sudor frío y pegajoso del shock.

El último tramo lo hace cuesta arriba, lo que aumenta el sufrimiento. El viaje de la fortaleza Antonia al Gólgota está cumplido por fin. Al preso se le despoja de nuevo de sus ropas, con la excepción de un calzón corto, que se les permite a los judíos.
LA CRUCIFIXIÓN.


La forma general de la cruz clásica era la de los dos palos cruzados, uno fijo vertical, el stipes crucis, staticulum ó palus, y otro móvil, horizontal, el patíbulum, antena ó entena. Según la altura del stipes, si éste era bajo se llamaba cruz humilis y si era elevado cruz sublimis. La cruz sublimis estaba reservada para altos personajes y reos singulares. Con la altura de la cruz, se quería evidenciar a la persona condenada y que sirviera de ejemplo y de escarmiento para los demás.
Para unos, los ladrones fueron clavados en una crux humilis y Jesús en una crux sublimis.
Se ha calculado el peso, en total unos cien kilos aproximadamente, 33 para el palo transversal y 67 para el vertical
El suppedaneum es un trozo de madera que se usaba para clavar los pies. No es lógico pensar que existiese en la cruz de Cristo ya que éste no aparece hasta el siglo IV.
Algunas cruces en el stipes tenían un madero para apoyar y descansar el periné, conocido con el nombre de sedile en latín ó de pegma en griego. El sedile era como un palo donde descansaba el reo a horcajadas. El sedile servía para prolongar la agonía del reo porque disminuía la tracción ejercida sobre los brazos. En vísperas del sábado había prisa de que Jesús muriera y el sedile hubiera prolongado la agonía. El sedile además no aparece descrito en los libros antiguos y lo cita sólo Tertuliano.
La fijación del ajusticiado a la cruz se hacía por medio de cuerdas ó por clavos ó por ambos sistemas a la vez. Cuando se describía la crucifixión por medio de clavos se empleaba la palabra posheloum o katheloum, que significa clavar, de helos, clavo.
Llegado el reo al lugar del suplicio se clavaba en el travesaño horizontal que había llevado sobre sus hombros, y después, por un sistema de poleas ó por medio de una cuerda, se le izaba al poste vertical que,estaba calvado en el lugar donde se iba a proceder a la crucifixión.Una vez clavado, los pies del crucificado quedaban no más altos de unos dos metros,casi a la altura de la cabeza de un hombre de pie.
Jesús fue crucificado en el calvario, en latín calvaria, en arameo gólgota, en hebreo gulgoleth, “monte de la calavera”, pelado como un cráneo, era sitio público, visible y frecuentado.

Los evangelistas no describen detalles de la crucifixión, primero, por ser conocida en su época, segundo, no eran los evangelistas ni narradores ni historiadores de detalles sino que, inspirados, transmitieron un mensaje: el Evangelio. Después, los hombres, fabricarían el andamiaje de sus conjeturas, porque el tema siempre será apasionante.
Un clavo provoca al penetrar en la piel un tipo de lesiones concretas pues, de punta roma, da lugar a lesiones contusivas, no de corte limpio, introduciéndose, por la irregularidad de los bordes, como una sierra que al pasar desgarra arterias, tendones, nervios, aponeurosis, músculos, provocando fuertes dolores y hemorragia.
Estas heridas, según los médicos legistas, reproducen la estructura del agente vulnerante, redondeado, triangulares o cuadrangulares, y el orificio de entrada, por estallido de la piel, es mayor que el de salida.
Cuando se introdujo el segundo clavo se sumó al dolor del primero, luego este segundo clavo fue aún más doloroso y, además, al estar fija ya una mano, la tracción ejercida por la otra, al clavarse, produciría nuevos y sumados estados dolorosos. La fuerza para traspasar la mano, que debió ser grande, repercutiría, a su vez, en todo el cuerpo. Si Jesucristo, como suponemos, fue clavado en el suelo, al levantarlo, todo el organismo tuvo que sufrir una intensa trepidación al entrar la Cruz en el agujero.
El dolor de las heridas provocadas por el clavo abarcaría toda la gama y todos los tipos de dolores descritos: fulgurantes, lacinantes, tenebrantes, contusivos, gravativos, tensivos, constrictivos, pulsátiles, que padeció Jesús .


Veamos la primera. Los que defienden esta teoría sitúan el clavo entre el espacio que deja libre el segundo y el tercer metacarpiano, el segundo espacio intermeta-carpiano. Esta hipótesis sólo puede aceptarse si admitimos el sedile que, como vimos, tiene pocos argumentos arqueológicos e históricos a su favor.
De no existir el «sedile» no se puede admitir esta idea porque al peso del cuerpo se opondrían sólo débiles ligamentos transversales que se desgarrarían en corto plazo.
Barbet hizo unas experiencias clavando brazos de cadáveres, fallecidos veinticuatro horas antes, con un clavo de 8 cms. entre el segundo y el tercer metacarpiano, sometiendo el brazo a una tracción de 40 kilos. El clavo desgarró la piel a los diez minutos de estar actuando la tracción
Este dato, dice Don Scotti, doctor en Medicina y doctor en Ciencias, ya se conocía en pleno Renacimiento por los escultores y pintores florentinos que estudiaron la anatomía en un cadáver crucificado para mejor representar a sus “Cristos”, observando cómo, evidentemente, se desgarraba la piel de la base de los dedos apareciendo la discusión entre los artistas sobre qué zona sería la exacta para situar los clavos. No faltan, pues, representaciones de esta época donde los clavos traspasan el carpo.
En 1903, Donnadieu hizo unas experiencias en cadáveres y el resultado fue contrario a lo dicho, las manos no se desgarraron. Barbel refutó, con mucha razón, esta teoría pues Donnadieu utilizó cadáveres preparados para la disección, de ya muchos días muertos, con los dedos de la mano retraídos, sin posibilidad de alargamiento, pues habían aparecido las rigideces postmortem en las partes blandas de la mano. Barbet dice que en el carpo, entre el hueso grande, el semilunar, el piramidal y el ganchoso, existe un espacio libre llamado el espacio de Destot a través del cual se introdujeron los clavos. Este espacio, no es constante y sólo aparece en un número reducido de casos y, cuando existe, es pequeño y virtual, sin poder clavar a su través, «sin romper un hueso», según la Profecía.
Barbet defiende su teoría a ultranza y hace sus experiencias introduciendo un clavo por el espacio de Destot, técnica que considera fácil pero que exige, por lo limitado y exacto del espacio, un virtuosismo en los verdugos que no parece corresponder a la realidad. Para que el clavo se canalice por el espacio de Destot hace falta introducirlo con una exacta precisión además de oblicuarlo de forma que la punta se dirija hacia el codo y la cabeza hacia los dedos y en la mitad del recorrido hay que imprimir al clavo una ligera variación para no encontrar resistencia.
En colaboración con el Dr. Ramírez Ollero, el Dr Hermosillas procedió a clavar la mano de un cadáver por el espacio intermetacarpiano del segundo y tercero,
otro clavo por el pretendido espacio de Destot y otro por la articulación radiocubital inferior. Mediante control radiográfico pudo demostrar que sólo el primer clavo y el tercero pasaron sin dañar la arquitectura ósea, no así el clavo colocado a través del carpo.

Sólo cabe, pues, admitir la tercera hipótesis: el clavo pudo entrar por el amplio espacio formado por la articulación radiocubital inferior, fija y potente, capaz de aguantar el peso del cuerpo sin necesidad del sedile.

Más fácil resulta todo para los pies. Los investigadores coinciden que, salvo la disquisición de un clavo para cada pie ó uno para
los dos, se penetró a través del espacio existente entre el I y el II ó el II y el III metatarsiano, por delante de la articulación de Lisfranc. Al admitir la no existencia del sedile, un clavo atrapó ambos pies. Para poder llevar a cabo esto hay que flexionar las rodillas unos 120º aproximadamente y el tobillo y caderas unos 150º. Nunca los clavos, en los pies pueden situarse en el tarso pues además de no existir espacio libre daría lugar a fractura de huesos pequeños y compactos.

La víctima ahora esta crucificada mientras lentamente desfallece, sintiendo mas peso en las muñecas.

El dolor extenuante se esparce sobre los dedos hacia los brazos hasta explotar en el cerebro. Los clavos en la muñeca presionan los nervios. Mientras Jesús se impulsa hacia arriba para evitar este tormento inmenso, pone su peso completo en el clavo de sus pies. De nuevo, otra horrible agonía de desquebrajamiento de los nervios entre los huesos metatarsianos de los pies.

Espasmódicamente, se empuja hacia arriba para inhalar y exhalar el vital oxígeno.
Es indudable que fue durante este tiempo cuando Jesús dijo las siete frases cortas que han quedado escritas: La primera, mirando hacia abajo a los soldados romanos echando suerte por su capa sin costura: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen".
La segunda, al ladrón arrepentido: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso". La tercera, mirando al joven Juan, angustiado y dolido, su apóstol amado: "He ahí a tu madre" y mirando a María, su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". El cuarto grito proviene del comienzo del Salmo 22: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Este salmo es uno de los textos mesiánicos y proféticos del Antiguo Testamento.
Horas de dolor sin limites, ciclos de calambres que le retuercen las coyunturas y asfixia parcial intermitente, mientras el tejido fino de su espalda se desgarra contra la cruz áspera. Empieza entonces otra agonía: un dolor profundo e intenso en el pecho, cuando el pericardio se llena lentamente de líquido y comprime al corazón.
Recordemos de nuevo el Salmo 22 (versículo 14): "Soy como agua que se derrama, mis huesos estás dislocados. Mi corazón es como cera que se derrite dentro de mi". Ahora casi todo está terminado. La pérdida del fluido de los tejidos finos ha alcanzado un nivel crítico y el corazón comprimido está luchando para bombear sangre pesada y espesa dentro del tejido fino. Los pulmones torturados están haciendo un esfuerzo frenético para obtener dosis pequeñas de aire. El tejido fino deshidratado manda otra tormenta de estímulos al cerebro.
Jesús da su quinto grito: "Tengo sed." En el Salmo 22:15, leemos: "tengo la boca seca como una teja; tengo la lengua pegada al paladar. "¡Me has hundido hasta el polvo de la muerte!". Un hisopo empapado en "poska," el vino agrio y barato que es la bebida común de los legionarios romanos, es acercado a sus labios. Aparentemente no toma nada del líquido. El cuerpo de Jesús ahora se extingue y puede sentir el escalofrío de la muerte correr por sus entrañas. Ante esta situación, salen sus sextas palabras, posiblemente, no más que un murmullo agonizante en Juan 19:30: "Todo está cumplido".

Lo que sigue ya es conocido. Para que el día de reposo no fuera profanado, los judíos pidieron que los hombres condenados se bajaran de las cruces. La manera común de terminar una crucifixión era la "crucifractura": el rompimiento de los huesos de las piernas. Eso prevenía que la víctima se empujase hacia arriba, pues la tensión no podía ser aliviada en los músculos del pecho y producía una asfixia rápida. Las piernas de los dos ladrones fueron rotas pero cuando llegaron a Jesús, vieron que no era necesario hacerlo con Él. Aparentemente para estar seguro de su muerte, el legionario clavó su lanza en el quinto espacio intercostal y llegó hasta el pericardio, la envoltura externa del corazón.

Apoya esta teoría el hecho de que el flujo de una gran cantidad de sangre sería más probable que proviniera de la aurícula derecha, junto con la sangre de la vena cava superior e inferior que del ventrículo izquierdo con su gruesa pared y contraido.
En Juan 19:34, dice, "Y al momento salió sangre y agua."

El agua probablemente representa fluido seroso tanto pleural como pericárdico, y hubiera precedido el flujo de sangre y hubiera sido menor en volumen que el de la sangre.
Quizá en el estado de hipovolemia é insuficiencia cardíaca inminente, se habían empezado a desarrollar derrames pleurales y pericárdicos que hubieran ocasionado el volumen de agua aparente. La sangre, por el contrario, pudiera haber provenido como ya se ha dicho de la aurícula ó el ventículo derecho, e incluso de un hemopericardio ocasionado por una rotura del miocardio.
La muerte de Jesús tras solamente entre tres y seis horas sorprendió incluso a Poncio Pilato. El hecho de que Jesús gritara a gran voz y después inclinara su cabeza y muriera sugiere la posibilidad de un evento terminal catastrófico.. Una explicación pudiera ser que Jesús muriera de una rotura cardíaca. Tras el martirio de los azotes y la crucifixión, asociado a la hipovolemia, y a un estado de coagulación alterada, se pudieran haber formado unas vegetaciones trombóticas friables y no de origen infeccioso en las válvula aórtica ó mitral. Estas vegetaciones se podrían haber desprendido, impactándose en la circulación coronaria causando un infarto agudo de miocardio transmural. La rotura del ventrículo izquierdo puede ocurrir en las primeras horas siguientes a un infarto masivo.
Otra explicación sería que la muerte de Jesús se aceleró simplemente por el intenso cansancio y la severidad de los azotes, con la gran pérdida de sangre y un estado de pre-shock. El hecho de que no pudiera cargar con el patibulum apoya esta interpretación.
La causa real de la muerte de Jesús al igual que la de otras vícitmas de la cruz pudiera haber sido multifactorial y relacionada primeramente al shock hipovolémico, asfixia por cansancio y quizá insuficiencia cardíaca aguda. Una arritmia cardíaca fatal puede haber sido la responsable del evento catastrófico terminal.
Por lo tanto parece que sigue sin confirmarse si Jesús murió por una rotura cardíaca ó por un fallo cardiorrespiratorio. Lo que sí es evidente es que Jesús murió en la cruz y lo hizo por todos nosotros.
De tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en Él cree no se pierda,
sino que tenga vida eterna. Juan 3:16
GRACIAS JESUS, CONSUMADO FUE, Y POR ESE SACRIFICIO SIN PALABRAS, AHORA SOY SALVA, TE BENDIGO Y TE EXALTO, PADRE BUENO, JESUS SALVADOR MIO.....
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