jueves, 12 de abril de 2012

La santificación (Parte 1)


La doctrina de la SANTIFICACIÓN, es de gran importancia; porque tiene que ver, con la vida diaria o constante del cristiano evangélico. Por lo que es, una consideración, supremamente  práctica. Existen variadas enseñanzas, que han sido proclamadas, bajo este encabezamiento. Por eso es vital, examinar esta enseñanza, a fin de no ser llevado(a) por nociones falsas, en este gran tema. Ahora se hace necesario, conocer todos los beneficios que están disponibles; para todo el que cree, mediante esta provisión.

  1. EL SIGNIFICADO DE LA SANTIFICACIÓN.

En las Sagradas Escrituras, la SANTIFICACIÓN tiene dos significados; uno es predominante y el otro es una consecuencia o depende como resultado del predominante. Es de gran importancia, que se mantengan, en este orden. La primera definición, viene al mencionar el tema, en su pureza; pero éste, no es su significado primario o predominante.   
  1. SIGNIFICADO PREDOMINANTE.

El vocablo «santificación» significa «ser hecho santo». Hace referencia, a la: dedicación, consagración o separación; para un uso específico y santo.
  1. En el Antiguo Testamento.
Muchos objetos inanimados estaban santificados:
  1. Casa.- “Cuando alguno dedicare su casa consagrándola a Jehová, la valorará el sacerdote, sea buena o sea mala; según la valorare el sacerdote, así quedará” (Levítico 27.14).
  2. Terreno.- “Si alguno dedicare de la tierra de su posesión a Jehová, tu estimación será conforme a su siembra; un homer de siembra de cebada se valorará en cincuenta siclos de plata” (Levítico 27.16).
  3. Los utensilios del templo.- “Asimismo hemos preparado y santificado todos los utensilios que en su infidelidad había desechado el rey Acaz, cuando reinaba; y he aquí están delante del altar de Jehová” (2 crónicas 29.19).


Esto significa, que los utensilios estaban apartado; para el uso, en la adoración a Dios. No podían utilizarse, para ningún otro propósito. Belsasar tomó los utensilios que estaban consagrados para la adoración a Dios y por eso Dios le destruyó; porque tomó vino en ellos, adorando dioses paganos. “Entonces fueron traídos los vasos de oro que habían traído del templo de la casa de Dios que estaba en Jerusalén, y bebieron en ellos el rey y sus príncipes, sus mujeres y sus concubinas. Bebieron vino, y alabaron a los dioses de oro y de plata, de bronce, de hierro, de madera y de piedra. En aquella misma hora aparecieron los dedos de una mano de hombre, que escribía delante del candelero sobre lo encalado de la pared del palacio real, y el rey veía la mano que escribía” (Daniel 5.3-5).
Las personas, también eran santificadas:
  1. Los primogénitos.- En Israel eran apartados y santificados al Señor. “Conságrame todo primogénito. Cualquiera que abre matriz entre los hijos de Israel, así de los hombres como de los animales, mío es” (Éxodo 13.2).

En la Santificación de cada apunte, aquí descrito, no hay implicación de algún pensamiento, acerca del lavamiento (pureza) moral. Simplemente, eran separados, para servir a Dios. Esta es una enseñanza muy importante, para el cristiano evangélico; quien debe reconocer, que es un instrumento escogido y apartado, para un propósito muy especial; que debe dar Gloria a Dios. En este sentido, ya está santificado.

Jeremías fue santificado, antes de nacer. “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (Jeremías 1.5). Eso no indica, que Jeremías era perfecto; sino, que fue apartado y consagrado, para servir a Dios.

El Señor Jesús, expresó que fue santificado, por el Padre. “¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?” (Juan 10.36). También afirmó: “Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad” (Juan 17.19). El Señor Jesús, ya era perfecto; pero, estas citas explican el propósito, para el cual, Él fue apartado: Venir al mundo, para proveer la redención, a la humanidad. La palabra griega “ekklesía”, significa: los llamados aparte. Cada miembro de la Iglesia, ha sido llamado especialmente, para ser apartado y anunciar la Gloria de Dios. Es santificado ante Él, en el sentido predominante. La idea básica, es separarse de las relaciones que son contrarias a la voluntad de Dios; para establecer las que armonicen, con esa voluntad divina.


  1. En el Nuevo Testamento.
La palabra «santo» o «santificado» (es la misma raíz), se aplica a personas que no son regeneradas. “Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos. Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios. Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?” (1 Corintios 7.14-16). Entonces explica: «El marido incrédulo, es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido, pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos». Aquí la declaración de que los hijos son «santos», no quiere decir necesariamente que sean regenerados, porque el padre incrédulo, también es declarado santo. Se ordena al marido o a la esposa cristiana evangélica, obrar por la salvación del incrédulo. Pablo dice: «¿Qué sabes tú, oh mujer, si quizás harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizás harás salva a tu mujer?» (1 Corintios 7.14-16).

Dios tiene un pacto con una familia, en la cual, al menos uno de los padres, es creyente. El hombre o la mujer cristianos evangélicos, tienen el derecho de reclamar el pacto de Dios y declarar: «Mi familia es una institución santa; mi marido (o mi esposa, como sea el caso) y mis hijos están en una relación santa con Dios». Es como cuando Dios estableció Su pacto con Abraham y dijo: « Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos» (Génesis 17.7-8). Esto no garantizaba, que todos los hijos de Abraham, serían regenerados. Pablo explica: «No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas,…» (Romanos 9.6; Romanos 2.28-29). Si alguien que ha tenido el privilegio de nacer, dentro de una familia del pacto de Dios, le da la espalda y rechaza su gracia, entonces Hebreos 10.29, indica que estará sujeto, a un castigo mucho más severo.

http://enamoradosdejesucristo.blogspot.com/2012/04/la-santificacion-parte-2.html

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