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martes, 10 de julio de 2012
ORANDO POR LA PAZ EN ISRAEL
Origen de Jerusalem
Su nombre era solamente SALEM (Hebreos 7:1), la cual fue conquistada por los Jebuseos poniéndole Jebus. Cuando la reconquistaron los israelitas la llamaron JERUSALEM (Josué 18:28); que significa “ciudad de paz”.
Jerusalem fue muy importante para el pueblo de Israel ya que fue respetada y sobre todo que fue el lugar donde el pueblo iba a alabar y a glorificar el nombre de Dios porque ahí se construyó el templo de Dios (2º de Crónicas 6:1-6)
Fue el centro religioso de la nación y ahí reinó David siendo bendecido por Dios, logrando ser un gobierno estable y muy próspero en todos los aspectos.
Sin embargo esa ciudad de Dios (Salmo 87:3) con el tiempo sucumbió a causa del pecado del pueblo y vino un gran sufrimiento siendo la ciudad de Jerusalem destruida por los Caldeos (2º de Crónicas 36:17-19)
Una triste historia nos narran las Escrituras al grado que encontramos el Salmo 137 que habla de la angustia al ver a su casa Jerusalem, destruida. Es una plegaria en silencio porque reconocían que ellos habían sido los causantes de que ahora se encontraran en otra nación, ajenos a sus costumbres y a su lengua, pero sobre todo a su religión; esto les costó muchas lágrimas y años de angustia pero Dios nunca se olvidó de ellos ya que para el año 457 a.C. el pueblo por misericordia de Dios dispone de todos los medios para retornar a su casa, Jerusalem.
Pero ahora les costaría el doble de trabajo levantar la ciudad. Nehemías 2:17 nos narra los tiempos difíciles que les esperaban, pero el Eterno estaba allí para ayudarles y dirigirlos. “Los que edificaban en el muro, y los que llevaban cargas y los que cargaban, con la una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada” (Nehemías 4:17)
Pero el Señor había profetizado por el profeta Daniel que la reconstrucción se haría (Daniel 9:21-25). Y también dentro de estas profecías estaba señalando la presencia de Nuestro Señor Jesucristo en el mundo, pero sobre todo enfoca parte de su mensaje a Jerusalem en los últimos días. En Mateo 24:9-10 leemos que entrando Jesús a Jerusalem donde él había de padecer y morir, lamentó la condición que vivía esta ciudad o gente y decirles que él había venido a enseñarles el camino de Dios pero por la dureza de su corazón rechazaron su Palabra y que eso les traería una vez más grandes consecuencias, como nos dice el Evangelista Lucas 13:34-35; “¡Jerusalem, Jerusalem! que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti: ¡Cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina sus pollos debajo de sus alas, y no quisiste! He aquí, os es dejada vuestra casa desierta: y os digo que no me veréis, hasta que venga tiempo cuando digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor”.
A pesar de la advertencia de Jesús no lo escucharon y nuevamente se lamenta, pero ahora derramando sus lágrimas por la incredulidad de ellos (Lucas 19:41-44)
Pero a pesar de ello ordena que el evangelio comience en Jerusalem (Hechos 1:8), lo que fue una bendición para Israel siendo Jerusalem la cabeza del establecimiento de las primeras Iglesias de Dios (Hechos 15:4)
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