lunes, 28 de mayo de 2012

Tendremos un nuevo nombre

Te será puesto un nombre nuevo,
que la boca del Señor nombrará.
Isaías 62:2.

Al que venciere… le daré una piedrecita blanca,
y en la piedrecita escrito un nombre nuevo,
el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.
Apocalipsis 2:17.
 





 Cuando Dios creó al mundo, no sólo hizo que todas las cosas existiesen, sino que también les dio un nombre: “llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche… llamó Dios a la expansión Cielos” (Génesis 1:5-8). Esto también puede aplicarse a cada estrella: “Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará” (Isaías 40:26).


       Si así es para la creación, ¡Cuánto más para los hombres y mujeres! “Yo les daré lugar en mi casa y dentro de mis muros, y nombre mejor que el de hijos e hijas; nombre perpetuo les daré, que nunca perecerá” (Isaías 56:5).



       Dios tiene un nombre para cada uno de nosotros. Cada persona es única ante sus ojos. Aquel que cree en Jesús descubre que su nombre, su verdadero nombre, está escrito en los cielos (Lucas 10:20), gravado en las palmas de las manos del Señor (Isaías 49:16). Ese nombre corresponde al conocimiento perfecto que Dios tiene de nuestra identidad, y del plan que tiene para nosotros, como Creador y Padre. 



       Ese nuevo nombre que “ninguno conoce sino aquel que lo recibe” pronto nos será revelado. Amigos creyentes, más allá de lo que los demás crean, más allá de lo que pensemos de nosotros mismos, no olvidemos que Dios es quien nos confiere nuestra identidad, pues nos conoce personalmente y nos ama. 


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